Madrugada
Retiro el texto,
dos horas de lectura me
acompañan
en toda una madrugada tuya,
y en mi inconsciencia
automatizada
caminas por mi habitación
envuelta en celofán y humo
y un halo de loto febril.
Maniqueas, triste ternura y desafío
en cada paso martillas un
conticinio de silencio y soledad.
Ya Clío me reclama celosa de
ti,
son las cinco y treinta y
dos,
sabe de mi amor por las dos
y me quiere solo para ella.
Te fuiste ya,
etérea mujer de todo mi
pasado por conocer,
y solo queda de ti
un olor a sándalo y catarsis
y el irremediable momento de
seguir amando a Clío antes de que amanezca
y por siempre.
1996
Oda
necesaria para los niños de la calle.
Precisión emotiva de los
tristes juglares,
cantores de la noche
que abiertamente ante el
ruido eterno de la imposible canción,
conjugan en si
versos de un pensamiento
clarificante, dulce, violento,
y ante el clima incesante
del motor vivencial
sueñan codificadamente en el
día en que la luz implacable,
amortice en placenteros
petardos
el dolor de mis niños,
los desposeídos,
los hijos de nadie
y el cuasi divino sol
los acepte en sus entrañas.
1993
Espectro
nuestro de cada día
Miro el espejo
apareces tras de mi,
volteo, no estas.
En la mesa me pasas el pan,
Te pido otro y estoy solo.
Caminas a mi lado y hablo
solo,
dos señoras me observan.
Vives en mi casa,
dueña de los silencios
solidaria y radiante
en la cálida esencia de tu alma.
José Urbina Pimentel
2003
Al
anochecer
Triste noche,
el momentáneo devaneo de los
señores del averno
que viajeros rocinantes
involucraron el sentir del
pastor y la noble damisela.
Como
duendes caminantes dadores de oro y amor
fustigaron el aire y los
seres encantados
entonaron una canción voraz
escrita en un esperanto
melancólico
que intimidó toda verdad.
1994
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