La inestable balanza de escribir dentro de una sociedad en crisis

 





El oficio de escribir, por naturaleza implica un acto de creación y compromiso personal con un mundo interno de ideas, pensamientos, emociones y conocimiento, teniendo como base la convicción que brindan el acopio de aspectos singulares del individuo y su percepción del mundo, desde lo personal y colectivo, hasta terrenos de lo académico. Ciertamente, requiere entonces asirse de una plataforma social que le brinde libertad de acción a sus ideas, las que han de germinar en palabras cosechadas para ponerlas a la orden de sí mismo y de los demás; no importando su estructura, sino la razón de estar ahí.

Ahora bien, es un hecho innegable que el "estado de cosas" de una sociedad, influye de manera determinante sobre el funcionamiento social en todos sus aspectos, al integrarse como una unidad de parcelas interdependientes. Por esta razón, si una sociedad se encuentra bien, en él el sentido amplio de la palabra del término, por supuesto que sus diversos puntos vitales brindarán a sus ciudadanos, la garantía de poder resolver satisfactoriamente sus necesidades; pero al contrario cuando las condiciones no son propicias, surgirán una serie de tortuosos escollos en el camino, que desvirtuarán las posibilidades de resolver adecuadamente sus inquietudes y la propia existencia.

En el caso particular de asumir, bien el oficio de escribir, o en su defecto intentar hacerlo, pudiera entenderse pues que en las sociedades anómicas, que presentan sustanciales problemas y conflictos sociales, económicos, políticos y culturales, tal circunstancia actúa de manera dual, al mostrarse, primero desde los conflictos, como un conjunto de situaciones adversas que lo niegan, impiden, en fin obstaculizando cabalmente, y como pudieran ser entre otros, la crisis económica que reducen la lectura y el desarrollo del pensamiento a un segundo plano, dentro de las necesidades primarias del individuo; o la falta de plataformas editoriales que lo apoyen, al igual que el hecho de que las menguadas y hoy cada menos librerías, por arte de magia han ido desapareciendo de las calles; también por la poca práctica y afecto a la lectura; inclusive las fallas técnicas y tecnológicas, expresadas en problemas de electricidad y del acceso a internet. Como contraparte, lo  representa más bien un caudal de aspectos considerables, que en medio de las crisis, propician un rico universo temático qué abordar y explotar para la construcción de ideas, tales como las miserias materiales humanas y los conflictos de valores, y sobre todo allí, la esperanza de reencontrarse individual y colectivamente con una sociedad vivible.

De manera tal, que las rémoras que abruptamente carcomen a los pueblos, engullendo las condiciones de vida de sus habitantes, vistas desde una óptica maniquea, darán opciones siempre al escritor, a sus oficiantes profesionales, o los de necesidad de expresión artesanal, de navegar por el mágico y grato mundo en el cual las ideas se convierten en las letras que forman las palabras.

 

 

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