Poesía vernácula para un pasado utópico. (Parte poética) Alexis José Urbina Pimentel

Libros para inspirarte hoy y todos los días
Poesía vernácula para un pasado utópico.

Para sentarme a escribir bastó reencontrarme con lo que yo soy. Volver a ser ese atormentado hombre que deshoja margaritas en cualquier lejanía, volver a ser el infante aterciopelado de uno de mis poemas.
Ese soy yo, el poeta latente, el dromedario cansado, el utópico estudiante de tantos quehaceres, ese eterno adorador de la Mérida señorial. Aquí estoy vestido del tul enamoradizo que me ofrece este momento, como rindiéndole culto a la soledad. Escribo estas letras con más paz interior que cualquier gobernante de turno, aquí estoy transgrediendo las leyes de la formalidad para ser yo.
Carajo, no hay felicidad mayor que ser uno mismo. Por estar aquí en la lejanía de mi cuarto- para unos su cuarto es la cercanía total- me siento poeta.
Pero estas líneas no son para intentar realizar un ensayo, son para presentar parte de mí poesía, por lo tanto, perdonen mis desmedros gramaticales y hasta mi poca elegancia poética. Que les puedo decir –señores-  soy un adorador de las letras pero eso no me hace letrado, más bien, soy un iletrado intentando sobornar a la poesía y a la narrativa para que me den una pequeñísima oportunidad de mostrar mis virtudes y mis errores.
Heme pues aquí intentando escribir mis poemas y mis cuentos, aquí estoy robándoles a los poetas un pequeño fragmento de la vida, porque la vida es un poema.



Rio de la inercia infantil

No sé porque la lluvia me trae
recuerdos.

Es la incomprensible idea
de querer recordar,
de querer ver los oscuros días
de los primeros años,
cruzarse entre las hendijas.

Por mi mente han desfilado
los primeros caballos de fuego.

Las heroínas de mis cuentos infantiles
hicieron de mí un niño más.

Un incoloro infante
aterciopelado.

El recuerdo de una bailarina
inexistente
también estuvo ahí.


Camila

Perseguir a Camila me costó mucho
pues Camila no existe.

Cuando la vi por primera vez
pensé que era francesa
que tal vez era la diosa glacial
del sueño del febrero pasado.

Pero no era francesa, ni diosa
solamente era Camila
la pelirroja telúrica escapada de Atenas.

Atraparla en un sueño era mi fin
unir tiempo y espacio
“aun teniendo que imaginara”
pero fue Camila la que me imaginó.

Ahora estoy viejo…
Camila murió.



Espejismos

En la blanca pared de mi corazón
me encuentro una vez más
tan preocupado como la última vez.

Ha llegado el momento
“no puedo ver ya
Mis espejismos”

Sólo veo cuerdas de guitarras
adoloridas
y viejas barracas traslúcidas.


Una canción para Freud

La otredad de la fantasía
la reconoció al verla.

No más de quince años
pero si más de dos mil pasiones
un pájaro me llevó al árbol.

Sólo vi la canción de la tristeza
“soy un niño”
son sólo quince años
tan oscuros de feminidades.

Oh! Divina niña alcánzame
el Arca de Noé,
con tus manos
que yo tengo
solamente siete años.


Oda para el último cuento de hadas.

Crispado de noctámbulos dolores
el sapo quiso enamorarse de la
rana más bella.

Ni la rana, ni el sapo
Supieron entender el amor…

Únicamente pudieron trepar a
una roca.


Fractura

Ni los truenos atrapados del sur.

Ni los cascos tantas veces rotos
por motorizados.

Ni el tambor africano
ni los equinoccios
 bulliciosos del amor,
produjeron la tristeza acústica
del sonido de mi pierna.

Ahí estaba yo viendo
El dolor.


Holocausto femenino
A Liseth

Un adiós más, un adiós menos
me ocupó de ti.

Hasta la fiereza del dolor holocaustico
me incomunico con tu piel
de nieves encendidas.

Mujer blandida de pasiones
me has llevado
hasta el final del espejo.

Donde el vidrio
es la espuma.

Acuérdate de mí último desenfreno.

Yo escapando de mi puedo verte
en el límite.



Poesía al último cuentacuentos
A mi abuelo Rufino

El hombre se desprende de sus años vividos.

Se decide y me cuenta su última obra maestra.

Me cuenta sobre su vida.

Me habla de las águilas y los duendes,
me comunica con mi incredulidad religiosa,
me conduce abruptamente a su mundo.

Lo miro y veo en él una mirada de orgullo.

Persigue con sus ojos el tránsito etéreo
de la vida,
y busca en la bruma de los páramos verse,
corriendo de niño.

Hasta su silencio es una palabra.

Le ruego que no me abandone
pero calla y yo… ahí crispado.

Mi abuelo murió.


Prisionero de la lluvia

La pertinaz lluvia trajo un incoloro recuerdo
quizá el pasado haciéndose presente
se hacia dueño de la recurrencia.

La gaviota femenina se paseaba por mis noches.

Oh pasionaria escandinava
llorabas en mis temblores
y el tiempo se posaba en mi alma blanquecina.

Era mi primer encuentro
con los dioses ignotos,
y yo me convertía en un león en furia.

Pude entonces verte traslucida
dibujándose en las penumbras…
en la esquina del viejo apartamento.
Hasta en los temblores helénicos
de mis piernas
“entre cielo y tierra, hay hombres”.

Una pared blanquecina hay en mi dormitorio.

Quisiere verme amalgamar un mundo
donde dios se ocupe
de sus verdaderas funciones.
sin preámbulos desmedidos,
ni oraciones pedidas.

Un lugar en el que la esperanza sea proscrita
pero que, sea el mundo, mundo, mundo…

yo pudiera hacer una elegía al infortunio
pero existe una manera más clara
de enfrentar la utopía.

Mi mundo se ha convertido en un cúmulo de
errores nunca vividos.

Ya las oraciones
son movimientos desordenados
de mis venas, ahí iracundas.

Esperando el momento
cuando se una la gracia
y la desgracia
y ver un hermoso cuerpo de mujer
transfigurarse
en formas sacras,
quizás dolorosas.

quiero materializar la  mujer
de las rosas
por fin en una oración.



Síntesis abstracta

Puedo ver a un reloj
paralizar el tiempo.

Puedo ver la aguja paralizada
marcar mi tiempo.

Puedo verme entre rejas
ahí, está el mundo
con miles de personas a bordo.

Puedo ver al mundo animando a las personas.

Puedo ver los abstractos compases
de mis sueños
y verme dirigiendo la orquesta.



Amor etéreo

Tan etérea era
que no fui capaz de entender el presente.

Tan efímera era
que el último pájaro murió al verla.

Tan elocuente era
que me enseño a robarle las cadencias a un pianista.

Tan ella era



Soliloquio fotográfico

a María del Valle

Sólo bastó el silencio fotográfico de tu figura,
para desordenar un poco mis ideas.

Ahí estas tan cerca de mi,
mirándome…
desde el lado ulterior
del blanconegrismo fotográfico.

Y yo tocándote como en aquellos días,
sólo espero ver tú desnudez.



Estancia femenina

Un último aluvión de amor,
 hemos vivido.

No pienses en despedirte
 de mis venas,
Baudelaire, ha descrito tu presencia.

Es por eso que las flores de la estancia,
se hacen rojas.

Y  yo descubro tú presencia en un poema.



Del abstracto de la lluvia

La lluvia, siempre la lluvia,
como en los años pretéritos.

Es esa lluvia,
la que puedo entender en tú rostro.

Es verte en los espacios abiertos del
Albarregas.

Es recordar tú silencio.

No sé, si es la terquedad de mis años,
o los horizontes ajenos.

Espero verte algún día
Tan cerca, tan de aquí, tan…


Del bermejo a lo etílico
a Bryce Echenique
La vieja pasión por la vida eterna,
ha derramado en mí,
la última garrafa de vino.

Bryce Echenique puede entender.

Como la universidad no es solo una clase,
es también la oración hacia lo abstracto.

Es la no comprensión de la vida.

Es la mujer etílica,
que se desnuda…
Y se hace copa de vino.


Esquina

¿Qué misterio tiene la esquina?
¿Por qué el hombre no se desplaza?

Acorazada, de formación pétrea,
es la línea cuadrada que domina.

Mi padre el gran fanático,
no deja de creer en su esquina.

Es la hora del día,
dos enamorados
convertidos en figuras de mármol,
se aman.

Es la esquina
la que permite festejar al ebrio tembloroso.

La esquina está,
domina la escena,
es el circo del melodrama.

¿Por qué no creer que la esquina es el mundo?

La mujer llora
¡aunque no es el lirismo deseado!

Ha llegado el dueño,
el mal vestido, el Marcel Marceu,
O Rey del soliloquio,
el que desborda dulzura,
 llego el incomprendido.

Arriba el anormal,
 ¿Qué puedo decir?

El juego continua,
y puedo esperar por la noche.
¡Es la esquina!



Noche

Álvaro Mutis, deja tus desvaríos,
cree un poco más en ti.

No es una reprimenda.

Relaciono el Billar con tu vida,
es el juego de la presencia etílica,
es el desorden amatorio.

No creo que el brazo color púrpura de la mujer
soñada, sea la vida,
ni el cristal de la pierna de Madonna,
sea un sueño.

Entonces, concluimos,
todo junto es mejor.



Vuelta a la vida
  a Ednodio Quintero
La  calle de la sin razón,
es la subida,
es la cuerda de la guitarra,
la que arrastra, la que derrama,
Es el vaso lleno de agua en mi mano izquierda.

“también Ednodio se ganó su derecho”

No naciste del ala de un cóndor,
ni de la intensa nieve del páramo,
ni del horizonte perdido.

Yo si creo en tú bailarina.

He visto el caballo atravesar la niebla,
la desnudez, “ese estado de despojo”
lo encontrado al fin.

Me lo has regalado,
está al final de la calle.



Postal del viejo recuerdo

Boconó, llegó tu día.

No son las primaveras imaginarias,
no son tus soles,
no es la niebla la que engaña,
es la razón del viejo cuarto,
es el recuerdo,
es la camisa triste del andino,
es la inocencia de tu poesía,
es “la mujer de las  naranjas”
la del viejo puente, -ese que no veré jamás-

Sólo está el recuerdo,
mis 17 años

“un  ocho de junio”.




Estancia en Cuba

a Nicolás Guillen
Establecer un dialogo con Nicolás Guillen
no solamente creer que no somos...
 “hombres puros”.

Es la conciencia lapidaria,
 es la casa de barro de mi viejo vecino.

Es la alcoba, es el cuarto,
es la estela de la ola del rio.

Es la ilusión del iluso.

Ah! Es Songoro Cosongo.

Ah! Es el rojo bermejo,
de los labios de Marilyn Monroe.


Poesía vernácula para un pasado utópico. (Parte poética)
Alexis José Urbina Pimentel
Primera edición 2002.
Grupo Editorial Gutarica.

Mérida. Venezuela

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