¿Quien alguna vez, sobre todo los de la vieja guardia, forjados generacionalmente en el siglo pasado, no ha tarareado la melódica canción "Cantares", magistralmente interpretada por Serrat, el trovador catalán que se ha hecho universal, sin tener la certeza y el conocimiento que estos versos fueron paridos por la mágica pluma del poeta sevillano Antonio Machado?
Este poeta lleno de
sentimientos, se hizo en su época de décadas signadas por la tradición
conservadora, un revulsivo de la vida, convencido del valor de las palabras y
sus ideas, por lo que forjó una búsqueda constante por construir su mundo, a su
imagen y semejanza; lo cual siempre, como una quimera imposible de alcanzar a
plenitud, le llenó el camino de dificultades y frustraciones que moldearon la
ruta de sus letras como reflejo de él mismo.
De esta manera, precisamente
los versos que componen la canción en cuestión, cantada por Serrat, es el mayor
reflejo de esa esperanza abierta por Machado, de perseguir una puerta vital
distante, por la cual para alcanzar su plenitud.
Ahora bien, a Cantares lo
considero con extraña curiosidad, como un "Requiem Personal" escrito
premonitoriamente para el mismo; es decir su propia oración fúnebre: de Antonio
Machado para Antonio Machado. Ciertamente, pareciera que predijo o
sencillamente dibujo el trayecto de su vida, ya que fue publicado apenas en
1912, dentro del poemario "Campos de Castilla", y ya se veía andarín,
como siempre fue entre caminos y trenes recorriendo su España profunda, pero
sobre todo exiliado por la violencia de la Guerra Civil, para morir y ser
enterrado en suelo francés, distante de sus amadas Andalucía y Castilla,
cumpliendo así lo que afirmaban tales versos, al decir que "Murió el poeta
lejos del hogar, le cubre el polvo de un país vecino, al alejarse le vieron
llorar...". La incertidumbre sobre su anticipada visión esotérica de su
destino es que la concibió catorce años antes de que estallara en 1936 la
Guerra Civil Española.
Lo importante es que son la
expresión máxima de una obra poética magistral, y que en la dinámica del
trajinar de los años, se ha convertido en el himno sonoro de todo caminante que
transita por la ruta de la palabra.
José Urbina Pimentel
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