Días de estudiante

 

        Rememoro una vieja anécdota por allá a mediados de la década de los ochenta, seguro que en 1985 o 1986, cuando la Televisora Andina de Mérida, mejor conocida como "la TAM", que basaba su programación con producciones en vivo, y no como ahora, que repite los mismos y pocos viejos enlatados, por casualidad llamó a un concurso al estilo de ¿Quien quiere ser Millonario?, en el que daban buenos premios; por supuesto más elemental y con menos presupuesto, dispuesto para la participación y el entretenimiento local.

        Recuerdo que fue una paisana recodera que estudiaba Medicina quien me informó, ya que creo que aún no teníamos televisor en la habitación que compartía con mi hermano Alexis, en una vieja residencia por la Hoyada de Milla, y que ella me lo dijo porque yo cursaba, como incipiente bisoño tal vez del tercer o cuarto semestre la carrera de Historia, y con esta va al lado el estereotipo de la Facultad de Humanidades y de  la cultura general.

       Por supuesto que me inscribí, al igual que mi hermano, estudiante de Biología, quien también se interesó. La Televisora, para ese entonces estaba ubicada es un espacio del Palacio Arzobispal aledaño a la Plaza Bolívar emeritense, y desde hace un tiempo para acá, la mudaron unas cuantas cuadras para el edificio del antiguo Cine Emperador.

       Ese día, que no recuerdo cuál de la semana era, nos informaron algunas cosas de la metodología del concurso y nos citaron para el próximo martes en horas de la tarde para grabar el programa, el cual saldría al día siguiente a las ocho de la noche.

       Así fuimos el dia pautado y luego de reunirnos a los participantes, que éramos unos veinte, con el conductor, un versátil hombre de televisión y radio llamado Omar Dávila Araque, nos organizaron al azar entre parejas  eliminatorias, para durante una hora o no sé si más, ir buscando avanzar por los dos premios destinados al ganador: un box sprint matrimonial con colchón ortopédico y un juego de muebles tamaño imperial.

       Ya participando, eran preguntas generales.

        Esa tarde, mi hermano y yo ganando nuestras respectivas rondas, logramos asegurar la presencia para el programa siguiente, estando pautado para tres miércoles darse la final. Tampoco me acuerdo con orden como avancé, considerando que no conocía al resto de participantes; solo sé que entre los que por mi parte se fueron quedando en el camino, estuvieron un locutor, una estudiante de Administración y un militar, capitán del Ejército, con el cual cuando me tocó el turno pensé que me iba a dejar en el camino, ya que mostraba mucha seguridad y voz firme, pero que representó mi pase al programa final, en el cual iban a participar cuatro.

        Para buena suerte para nosotros, mi hermano también se metió en el grupo decisivo y así tendríamos más chance de llevarnos el premio, que para nada caería mal a unos "bachilleres residenciados". Esas dos transmisiones las vimos riéndonos de nosotros mismos, presentes en la pantalla de un televisor.

        El martes decisivo llegamos temprano y ese día llevábamos barra, que se sentaron en una pequeña "grada", acondicionada en el estudio para la gente que va a servir de público y a aplaudir. Eran mis amigos: la hoy una excelente neumólogo, y Gumer, mi "pana" de la infancia y también paisano, y se que también un alguien más, perdido en el olvido de mi desmemoria.

       La metodología sería igual: dos y dos, eliminándose en tandas, para terminar con los "sobrevivientes". Con papeles numerados escogimos el "rival", y como cosa del destino me tocó enfrentar la semifinal con Alexis, muchas veces enfrentados  anteriormente, pero en carreras de aliento.

        En un instante, antes de comenzar, rápido hablamos, y sé que le dije que bueno, ganaba él o yo esa tanda, pero que fuera el resultado, nos llevaremos los muebles y la cama para la casa: algo asi como un compromiso, o mejor dicho un reto.

        Un rato después, salí favorecido, y me tocó el último peldaño con una joven, que o era ingeniero químico o estaba culminando la carrera.

        Esta anécdota termina con que el juego de muebles por muchos años, no sé cuántos estuvieron en sala de mi casa de El Recodo, y el box spring, con colchón nuevo por supuesto aun esta en mi cuarto esperándome cada vez que regreso al terruño, luego de que le dije a papá que los viniera a buscar, porque por su tamaño desentonaban con estrechez  de la residencia, y además antes de que sucumbieran ante el desorden de la tropa de muchachos que ahí vivíamos.

        Por último, no tengo duda que ese último programa, sonriente, lo disfruté en medio de unos buenos rones.

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