El espacio literario como
expresión intelectual y recreativa humana, ha respondido siempre con un sentido
"tangiblemente etéreo", como aporte en la construcción de un
imaginario diverso de ideas y conocimiento, ajustándose a la dinámica evolutiva
de las sociedades. De esta manera, se abre un amplio abanico de referentes
sobre la naturaleza del hombre y su relación con el universo.
Por tal razón, la literatura
ha comportado diferentes formas de tomar vida, de acuerdo a la intencionalidad
del escritor, así como los intereses del entorno al cual va dirigido,
mostrándose entonces en forma de prosa narrativa, de lírica, dramaturgia,
ensayística e incluso bajo la esencia y fisonomía de la oralidad; en fin, un
gran bagaje de letras puesto a la orden de saciar el hambre de la lectura y la
riqueza del aprendizaje.
Es así, que dentro de una
complementariedad de la savia productiva del ser humano, se han amalgamado y
nutrido en constante armonía, creaciones literarias con otras expresiones
artísticas pertenecientes a la plástica, a la música o al mundo visual, para
bien de la eterna "cultura". Son pues, híbridos cargados de palabras,
inquietudes y emociones dispuestos a tonificar el alma, el espíritu y las
nociones de aprendizaje, válidos y significantes.
Aquí, se entiende entonces
por ejemplo, la agradable "confusión", o mejor dicho, fusión sonora
que de manera magistral "teje la red" de vivir los
"Cantares" de Antonio Machado, guitarreados en la esperanzadora voz
de Joan Manuel Serrat. Así los casos de interpretar visualmente la historia e
idiosincrasia mexicana, en los murales policromados paridos de los prolíficos
pinceles de Diego Rivera, José Orozco y David Siqueiros; o en la visión de la
independencia venezolana concebida por el romanticismo heroico de Tito Salas y
Arturo Michelena.
Ahora bien, uno de los
espacios en los cuales la literatura se hace complementaria, es su relación con
la actividad cinematográfica, al llevarse a películas grandes obras de la
producción escrita universal. Son innumerables e incontables la infinidad de
novelas y otros textos literarios convertidos al "séptimo arte",
durante el transcurrir de los siglos XX y XXI, garantizando su difusión masiva
a través de la lectura "fílmica", encargada de tangibilizar con vidas
perceptibles, las representaciones mentales que cada quien a su manera, absorbe
de las letras.
Y entre estás muchas,
relativamente descollan por ejemplo, ya que harían falta líneas y líneas para
compilarlas, una selección aleatoria de diez excelentes filmes: "El amor
en los tiempos del cólera" de
Gabriel García Márquez, con una máxima actuación de Javier Bardem; "El
nombre de la rosa" de Umberto Eco, protagonizada oportunamente por Sean
Connery; "El cartero", basada en
la poesía de Pablo Neruda, enfatizando "Los veinte poemas de amor y
una canción desesperada", donde
destaca la actuación de Massimo Troisi; "La casa de los espíritus" de
Isabel Allende, adornada por la presencia de Meryl Streep y Winona Ryder;
"Troya", la cual versiona a "La Ilíada" de Homero, con la
brillante protagonización de Brad Pitt y
Eric Bana; "Invictus", guion adaptado de "El Factor Humano"
de John Carlin, actuada por Morgan Freeman y Matt Damon; "Pantaleón y las
Visitadores" de Mario Vargas Llosa, la cual protagonizan Salvador del
Solar y Angie Cepeda; "Los Miserables" de Víctor Hugo, dónde
participan Hugh Jackman y Russell Crowe; "El Padrino" de Mario Pudo,
con Marlon Brando y Al Pacino; y "Como agua para chocolate" de
Laura Esquivel, destacando la actuación
de Lumi Cavazos.
Otras películas interesantes
que destacan el valor e importancia de la literatura, mereciendo ser
mencionadas, son ""Descubriendo a Forrester" con Sean Connery;
"La sociedad de los poetas muertos", protagonizada por un icónico
Robin Williams; y "La Ciudad de los Escribanos", película venezolana,
con Rafael Briceño.
En fin, una mirada
alternativa posible al discurso narrativo o Poético, aclimatado por adaptaciones que recrean en una hora y media
aproximadamente, la propuesta de vida y toda una concepción del mundo, salidas
de la pluma o de las teclas de un oficioso escribidor.
José Urbina Pimentel
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