Recuerdo
que por esos hermosos parajes merideños de El Pedregal, Escaguey, Cacute y
Mucurubá, unos treinta y tanto años atrás, durante mediados de la década
de los ochenta, con mis paisanos boconeses Gumer Terán, Joel Pérez y yo, andaba
todos los fines de semana, ya que extrañamente jugábamos de
"importados" en un equipo de fútbol de Mucurubá: el Unión Deportivo
Los Andes.
En ese
entonces, Mucurubá un bello y tranquilo pueblo montañés, ubicado en plena
carretera trasandina, contaba con una buena y organizada liga de fútbol, la
cual reunía en competencia a una gran cantidad de oncenas de los
diferentes pueblos del Páramo desde Mucuchies hasta Tabay, jugándose los
domingos consecutivos partidos desde temprano en la mañana hasta ya entrada y
larga la tarde, debido a la considerable presencia de clubes participantes, y
del cual el UDELA, cómo se conocía al nuestro, ataviado con franelas de franjas
verticales azules y rojas, era uno de los más tradicionales y con apego por la
afición local.
En sí,
los encuentros para los jugadores lugareños tenían un sentido, aparte del
deportivo, en esencia recreativo, como forma de atenuar las duras jornadas que
su rol diario de agricultores les imponía durante la semana de Lunes a Sábado,
y así al terminar los encuentros, venían entre copas, parrillas y sancochos en
medio de soleados y fríos domingos.
El, ¿cómo
tres boconeses fuimos a parar allá?, fue por la práctica que tenían los equipos
con miras de hacerse más competitivos de reforzarse con jugadores merideños.
Así cada uno tenía tres, cuatro y cinco "importados" cómo se nos
conocía a los de afuera, y entre los cuales habían algunos muy buenos, de los
que recuerdo sobre todo a un peruano moreno de gran dominio técnico y a un
catire de unos dieciocho años que militó luego con Estudiantes de Mérida.
En
nuestro caso, la invitación nos la hizo un compañero de estudio de Historia que
formaba parte del UDELA, Pedro Rondón, y que como nosotros, también jugaba para
el equipo de la Escuela en el campeonato de la Facultad; y que en el caso de
Joel, nuestro portero y Gumer, que hacía de defensa central, también reforzaban
a Historia, ya que el primero estudiaba Ciencias Políticas y el otro Ingeniería
Civil.
Por
subir, el UDELA nos ayudaba con los pasajes de ida y vuelta en la buseta, e
igual nos daba alojamiento por los sábados y domingos en una pequeña casita que
funcionaba como club del equipo, y con las sabrosas comidas que nos preparaban
en la vivienda de al frente.
Estos
fueron dos años de subir fines de semana a jugar en una cancha donde por la
altura nos cansábamos rápido, pero que nos cambiaba el ritmo merideño por un
paisaje que nos permitió hacer amigos, ir al río a pescar truchas y comerlas
asadas, caminar largos trechos entre montañas, fiestear, y sobretodo
jugar al fútbol; para el lunes muy temprano en la mañana, "agarrar"
la buseta, que en mi caso me dejaría en la Avenida Universidad a metros de la
Facultad de Humanidades, a la cual llegaba con todo y el bolso de guayos y
ropa, a enfrentarme con los avatares del Materialismo Histórico, sabiendo que
el fin de semana me tocaría nuevamente asumir mi camiseta de
"importado" desde Boconó a la serranía merideña.
J. U. P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario