Desde tiempos inmemoriales, el ser
humano siempre ha buscado en el deporte, una feliz agradable,
gratificante, exigente y recreativa acción que le permita mejorar su condición
física, mental y sus relaciones grupales.
En tal sentido, las actividades
deportivas han cumplido y cumplen con la función de mejorar la integración
social y brindar una salud integral, por lo tanto, van más allá del simple
sentido de la ejercitación y la competencia.
Es imposible entonces, concebir un
mundo en el cual el hombre no busque en el ejercicio físico acciones placenteras,
en las cuales, a nivel individual o colectivo, pase instantes, momentos, en
donde la adrenalina le lleve a alcanzar metas, brindándole grandes
satisfacciones, como por ejemplo el acto de trotar, dominar artes marciales,
lanzar pelotas a un aro, o nadar en ríos o piscinas; son instrumentos que
sirven para mejorar y mantener un cuerpo y una mente activa.
Por eso la práctica de cualquier
deporte, siempre traerá consigo beneficios.
Ahora bien, a quienes gusta jugar al
fútbol, esa pelota que se patea con los pies para tratar de meterla o impedir
que entre en una arquería, significa un universo de emociones sudores y
esfuerzos extraordinarios.
Es triste entonces manifestar, que en
los últimos años se observa a nivel general, tanto en el terreno de lo profesional
como de las competencias locales de cualquier ciudad, cómo se ha venido
perdiendo el sentido por el respeto humano, a los equipos contrarios, al
propio, e incluso al fútbol mismo. Cada día se perciben con mayor repetición,
escenarios en los cuales el juego, dentro y fuera de la cancha, se torna en un
vulgar campo de batalla de ofensas y agresiones que van más allá de lo
deportivo; y mucha culpa de esto la tienen aquellos jugadores, entrenadores o
miembros del contexto internacional, que a pesar de una innegable gran
trayectoria, generan y dan el mal ejemplo cometiendo actos negativos,
incurriendo en insultos o peleas que luego son copiadas muchas veces por niños
y jóvenes que los idolatran: son esos superfutbolistas y entrenadores que
parecieran aprovechar las pantallas de los televisores que transmiten al mundo
su dominio de balón, sus goles y sus atajadas, o sus conocimientos técnicos,
para inversamente al dicho popular "destruir con su boca y gestos, lo que
bien hacen con sus pies".
De igual manera es notorio que los
comportamientos aberrantes de las terribles barras bravas de fanáticos que
exageran su gusto y compromiso con el fútbol, e incluso haciéndose dueños de
actitudes que chocan con el sentido común, y que se traslada también a padres
que maltratan de palabra o de acción a sus hijos que juegan sus partidos.
Es por ello que es fundamental rescatar a tiempo, por el bien del
balompié y el deporte como totalidad, aquellos valores, deportivos, cívicos y
humanos, que le devuelvan al juego, recreativo o competitivo, un ambiente
digno de vivirse en las canchas y en las gradas, como agradecimiento a los
favores que da.
José
Urbina Pimentel
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