José Urbina Pimentel
2020
La Literatura
desde sus orígenes, ha significado para el ser humano, la oportunidad de
plasmar ideas y criterios, en aras de difundirlas masivamente a los demás, razón
por la cual, puede considerarse como un acto comunicacional amplio de primer
orden; es decir, se escribe para satisfacer las necesidades de la lectura y el conocimiento.
Desde
tiempos previos a la invención de la escritura, es un hecho el que ya existía
una narrativa y expresión oral, por la cual se retransmitían de generación en
generación, y de grupo en grupo, las vivencias de cada sociedad; siendo este
dominio de la oralidad, monopolio del conocimiento de unos que se apropiaban de
los cantos, poemas, oraciones litúrgicas, cuentos y leyendas, y que desde ya
les abrían un espacio y rol social privilegiado, como dueños de dicho bagaje
cultural. Esta fase primitiva pudiera considerarse como de la pre-literatura.
Ahora
bien, la creación de los códigos escritos, le permitió al hombre ir
sustituyendo paulatinamente las diferentes narraciones orales por la palabra
escrita, y ahí, casi en paralelo aparecieron los escritores, que eran aquellos
individuos, cuya destreza en el manejo de los signos, símbolos y su
significado, les permitió ir hilvanando ideas, que coordinadamente fueron
amalgamando para expresar circunstancias, emociones y sentimientos, utilizando
las herramientas técnicas y los materiales del momento, tales como las
rudimentarias piedras y muros, tablillas de arcilla, finos rollos de fibras
textiles, papiros, códices, hasta llegar, avanzados los siglos, a lograr el
gran invento de los libros, y sobre todo, la aparición de la imprenta, lo cual
representó una verdadera revolución cultural y la ampliación del mundo de las
ideas y de las expresiones literarias en general.
De esta
manera, a lo largo de la historia, los escritores se han dedicado a describir
de forma narrativa o poética, su visión del mundo, real o imaginaria, aportando
a los seres humanos, en este caso al vasto universo de lectores, la opción de
recrear diversas situaciones y complejidades, basadas en su accionar o en su
pensamiento. En este sentido, siempre se ha escrito sobre el amor, el odio, las
guerras, las religiones, la historia de las sociedades, la naturaleza humana, el
futuro, el universo, la muerte, el más allá, lo desconocido, las utopías, la
locura y otros tantos tópicos relacionados con la cultura y el conocimiento, que
han sido del interés cotidiano y vivencial del hombre.
Dentro
de este orden de ideas, un tema de viejo interés, que ha aparecido de manera
recurrente dentro de la escritura universal, es el referente a las
enfermedades, y más concretamente, a las epidemias, flagelos que a lo largo de
la historia de la humanidad, en diferentes momentos han atacado a las
poblaciones, diezmándolas demográficamente, con miles e incluso millones de
muertos, y que entonces, al hacerse extensivas, pasan a ser consideradas como
pandemias.
Realmente
las epidemias han sido constantes a través de la evolución de las
civilizaciones, apareciendo y causando estragos de vidas humanas desde la misma
Edad Antigua, donde destacó la Peste Bubónica en la Europa mediterránea
oriental, que según las crónicas del momento, acabó con la cuarta parte de la
población del Imperio Bizantino; pasando por las extendidas y cíclicas del
periodo medieval, siendo la Peste Negra del Siglo XIV, la más letal al contar
con unos 50 millones de euro-occidentales fallecidos, afectados por las
condiciones de insalubridad social y la gran proliferación de ratas, que
retransmitían aceleradamente el contagio; posteriormente, durante la segunda
década del siglo veinte, la mortífera Fiebre Española, que sumó también un
aproximado de 50 millones de muertos en todo el planeta, sin distingo de grupos
de edades.
Actualmente la humanidad se encuentra padeciendo desde finales de 2019,
una violenta y terrible pandemia, originada en China en 2019, conocida con el
nombre de Coronavirus o COVID- 19, que se ha extendido a través de oleadas por
todos los continentes, afectando mortalmente las vías respiratorias, con un
nivel de contagio rápido, causando hasta el momento miles de muertos en su país
de origen, Europa y América.
Además,
el Coronavirus ha generado como consecuencia, la adopción de una cuarentena
generalizada como medida preventiva ante su violento avance, que prácticamente ha
paralizado el funcionamiento del planeta en muchos aspectos, tales como el
económico, productivo, laboral, educativo, cultural, recreativo, deportivo, al
igual que ha impuesto modificaciones dentro de las relaciones humanas, acortando
la cercanía socio-personal, cambiando las expresiones de afecto, imponiéndose
por lo tanto un obligatorio y voluntario enclaustramiento hogareño, con el
colofón del cierre de puertas hacia adentro, que ha redundado en la
reunificación de los núcleos familiares primarios, mientras la ciencia y los
grandes avances de la medicina actual, logran dar con el “antídoto” salvador que lo combata.
Es así,
como las endemias de carácter masivo, han sido temáticas protagonistas de un
sinnúmero de obras de carácter literario a lo largo de la producción intelectual
escrita por el hombre, expresadas en diversas propuestas narrativas, tal como
novelas, verso, crónicas y textos de carácter socio-histórico, tratando de
reconstruir a través de la palabra escrita, realidades vividas o ficciones
apocalípticas de esos grandes males que afectan a la humanidad.
Dentro
del género de la novela, abundan las obras dedicadas a narrar las pandemias y
sus devastadores efectos sobre las poblaciones humanas, basadas en diferentes
tramas, verosímiles o imaginarias, donde se perciben casi siempre elementos
comunes, tal el caso de la lucha del bien contra el mal, o los disimiles
comportamientos humanos ante las adversidades, como pueden ser la solidaridad y
el egoísmo, la fe y la desesperanza, el amor y la maldad, la coherencia y el
desespero, y el liderazgo y los miedos, el final y la supervivencia, entre
otros.
Novelas
y otras obras escritas, unas más conocidas que otras, pero que forman en
conjunto un conglomerado temático, de las cuales se muestra a continuación, una
selección de obras narrativas pertenecientes a diversos estilos de escritura,
que han pasado a formar parte del rico inventario de la literatura mundial.
En
tiempos antiguos, ya en “La Biblia” o también conocida como “Las Sagradas
Escrituras”, la cual fue redactada en forma de cantos y versos, con un sentido
teológico de evidenciar la historia del pueblo de Israel y establecer el código
su código espiritual y moral, se evidencian señalamientos sobre la presencia de
las epidemias, concretamente en el Antiguo Testamento, en el libro del “Éxodo”,
con la mención de posibles tumores que se propagarían entre los hombres, por
toda la tierra de Egipto. También se hace alusión en el texto de “Samuel II”, a
la elección que hace el Rey David de varios días de peste, para saldar un
castigo divino. En cuanto a la presencia de la lepra, en el “Levítico” se
muestra como una enfermedad endémica generalizada, que afectaba al pueblo de
Israel, indicando medidas de protección a través del aislamiento social, y su
reingreso a la sociedad en caso de curación. Son notorios los comentarios que
aparecen en Los Evangelios, sobre los milagros y curaciones a leprosos por
parte de Jesús, siendo el más conocido la resurrección de Lázaro.
Durante
la antigüedad clásica griega, en el siglo V antes de Cristo, Sófocles escribe
una de las obras fundamentales de la dramaturgia universal, como es “Edipo
Rey”, en la cual, dentro del argumento se describe la peste desatada en Tebas,
donde la población muere masivamente, y el pueblo obligado por las miserias que
va dejando la enfermedad, acude a la intervención salvadora de su monarca
Edipo, quien en medio de la desoladora realidad, se verá envuelto en un irremediable
mundo de pasiones y tragedias humanas.
A
mediados del siglo V antes de Cristo, Tucidides, quien luego de Herodoto es uno
de los primeros historiadores de la humanidad, en su “Historia de la Guerra del
Peloponeso”, como actor vivencial de la misma, describe enfáticamente a manera
de crónica, la violenta peste que durante cuatro años, en el transcurrir del
conflicto bélico que enfrentan a Atenas y Esparta, se desató en la primera de
estas ciudades-estados, arrasando con la tercera parte de su población.
En 1353,
Giovanni Boccaccio, culmina “El Decamerón”, una narración en forma de canto,
donde describe los pormenores de un grupo de hombres y mujeres que huyen a los
campos aledaños a Florencia, para salvarse de la epidemia de la peste negra, que
aqueja por entonces a la ciudad. Aunque la trama se centra en las cien
historias de vida relatadas por los personajes, no escapa la realidad del drama
pandemico que vive Europa durante la época medieval.
Los
viajes de exploración adelantados por Colon, que permitieron la llegada de
europeos a América, trajeron con el contacto producido entere razas, la
transmisión de enfermedades desconocidas para europeos, aborígenes y africanos.
En este sentido, los cronistas de indias se dedicaron a detallar las epidemias
desatadas sobre las poblaciones indígenas, siendo diezmadas demográficamente en
forma considerable. Entre ellos, Bartolomé de Las Casas, a través de “Historia
de las Indias”, publicada en 1517, describe la gran cantidad de indígenas que
fallecen por el padecimiento del virus de la gripe.
Entre
1660 y 1665, Samuel Pepys se dedica a escribir su “Diario”, un texto de
carácter autobiográfico, en el cual se describe detalladamente la gran peste,
que aqueja a la población londinense en 1665. Pepys interioriza la vida y los
comportamientos familiares dentro del conflicto sanitario, en el cual se
convierte en protagonista silente de los estragos de la epidemia, viendo como muere
gente de su entorno cercano. Una época, donde el problema para la capital
inglesa, aparte de la grave enfermedad, es la guerra que el reino de Inglaterra
mantiene contra los holandeses; un combate por la vida en dos frentes.
Daniel
Defoe, escritor de fama universal gracias a “Robinson Crusoe”, publica en 1722,
“Diario del año de la peste”, donde relata de una manera descriptiva y minuciosa,
las vicisitudes de la nefasta epidemia que azotó a Londres en 1665, destacando
los comportamientos humanos ante el estado de emergencia, donde la histeria
colectiva, el pillaje saqueador, la miseria y la desesperanza, se adueñan de
una ciudad cada vez mas desolada ante la migración masiva hacia otros parajes.
Mary Shelley, autora reconocida
fundamentalmente por su célebre novela “Frankenstein”, saca al público en 1826,
“El último hombre”, una historia apocalíptica de ciencia ficción sobre un mundo
futuro que sufre el arrase de una extraña pandemia que prácticamente desaparece
a la raza humana. La narración se desplaza entre el potencial fin del planeta,
y la posible resurrección y supervivencia de la humanidad, sobre la base de los
buenos sentimientos.
En 1912, aparece “La Peste Escarlata”
de Jack London, novela futurista, ubicada en el año 2072, tiempo después de que
una terrible epidemia diezma a la humanidad, llevando a los pocos supervivientes
a vivir en condiciones de barbarie y violencia, donde resalta la presencia de
un anciano, quien se salvó de morir victima de la enfermedad, en su valiente y
solitaria batalla por recuperar los valores de la anterior civilización,
comenzando por interiorizar en sus nietos, la semilla de la esperanza, por un
nuevo amanecer de la humanidad.
“La
Peste” de Albert Camus, 1947, trata sobre el confinamiento de Oran, una ciudad
portuaria del norte de África, ante la presencia de una peste, posiblemente
bubónica, asociada a la gran cantidad de ratas que pululan y aparecen muertas por
todas partes, diezmando la población. El escritor retrata un mundo de
sentimientos desdoblados, desde los actos sublimes hasta las más oscuras
bajezas de los hombres, que salen a relucir en tiempos de necesidad.
El realismo
mágico que invade la literatura latinoamericana, permite que Gabriel García
Márquez, en “Cien Años de Soledad”, 1967, de vida a una enfermedad del
insomnio, que hace que los habitantes de Macondo, pierdan para siempre la
necesidad y costumbre de dormir. Este mal, según los habitantes del inverosímil
pueblo, se transmite por la saliva, las comidas y los platos o cucharas, por lo
cual, a los forasteros no se les permite allí consumir alimentos o bebidas para
evitar el contagio.
Frank
Slaughter, en 1976, da vida a “Epidemia”, una novela ambientada en Nueva York
durante los años sesenta del siglo XX, narrando la violenta epidemia de peste
bubónica, desatada en la metrópoli, por parte de una plaga de ratas africanas
infectadas que llegan en barco, lo que genera un estado de saqueos y violencia,
y la necesidad gubernamental de lograr erradicar la enfermedad, con la ayuda de
la ciencia médica; así como eliminar la presencia de los roedores, los cuales
se han apoderado de los diferentes espacios citadinos.
En 1978
aparece “Apocalipsis” de Stephen King, la cual basa su argumento en una epidemia
desatada en Estados Unidos de América, por la presencian de un virus de gripe
creado como arma bacteriológica, el cual sufre un accidente de laboratorio,
propagándose por todo el territorio, sucumbiendo entonces mortalmente casi toda
su población. Por su parte, surgen dentro de la amplia serie de conflictos, la
constante lucha universal del bien contra la maldad.
Posteriormente, en 1985, Gabriel García Márquez de nuevo toca el tema de
las enfermedades masivas, al publicar “El amor en los tiempos del cólera”, la
cual más bien es una novela romántica, que trata sobre la relación de toda la
vida de una pareja, donde la terrible epidemia del cólera, que con mayor fuerza
azotaba letalmente las zonas tropicales del Pacifico y el Caribe suramericano,
sirve como excusa del destino, para proteger hasta la eternidad a los ancianos
amantes.
“Epidemia”, de Robin Cook, publicada en 1987, recrea la empedernida lucha
de un grupo de científicos, por frenar a tiempo la propagación en el territorio
de los Estados Unidos de América, de un misterioso virus, el cual tiene a un grupo de personas en estado crítico
de salud, y evitar por lo tanto, que llegue a convertirse en una epidemia
mortal. Descubrir la rápida cura se convierte en un objetivo común para médicos
e investigadores, devenidos en la esperanza de la nación.
“Ensayo
sobre la ceguera”, escrito en 1995 por José Saramago, recrea una absurda y
ficticia epidemia de la “ceguera blanca, que produce la pérdida de la visión en
las personas, la cual se transmite a través de la mirada, conllevando a que
toda la población de un país, excepto una mujer, queden en la completa
oscuridad. Es una historia que aborda y desnuda las miserias humanas, haciendo
que surja la maldad, pero a la vez, la coherencia y la solidaridad, valores
estos últimos, que al final se convierten en una tabla de salvación.
En
1997, “La Plaga” de Ann Benson, recrea un hipotético regreso de la peste
bubónica a la contemporaneidad, a raíz de un mal manejo arqueológico y médico
de la bacteria, provocando su mortífera difusión por el territorio británico, por
un mundo no preparado para combatirla, donde los antibióticos han perdido
eficacia. La solución, paradójicamente estará en manos de dos personajes separados
por siglos en la historia, pero encadenados a través de sus oportunas
investigaciones, que tienen como objetivo común buscar el antídoto contra la
enfermedad.
Geraldine Brooks publica en 2001, “El año de la peste”, una novela que
describe una epidemia de peste bubónica, que extrañamente azota a un pequeño
pueblo, ubicado en un alejado condado de Inglaterra, a mediados del siglo
veinte, el cual queda en el aislamiento total, y por otro lado, la lucha y el
empeño emprendidos por una valiente ama de casa y un carismático religioso para
salvar a la población de los terribles estragos que va dejando la enfermedad.
“Pandemia”
escrita por Wayne Simmons en 2011, narra una ficticia epidemia que ataca a
Irlanda del Norte, donde un virus mutante asesino, luego de diezmar la
población, brinda vida a los cadáveres, dándose entonces una batalla entre el
multitudinario ejercito de muertos infectados y los pocos supervivientes, quienes
deben recurrir como soporte de salvación, a mantener intactas la lucidez y la
coherencia, en el mundo de locura que se ha convertido Belfast, la capital
norirlandesa, donde se desarrollan los trágicos acontecimientos.
De igual
manera, en 2011, “Némesis”, escrita por Philip Roth, toca el tema de las
enfermedades colectivas, cuando desarrolla la historia de una epidemia de polio
que ataca a una ciudad estadounidense durante la segunda guerra mundial,
poniendo en peligro la salud de la población infantil, saliendo a relucir la
valiente y comprometida actitud de un joven, para apuntalar la solución
colectiva al terrible mal que aqueja a la población. El escritor reivindica a
través de la novela, los valores humanos basados en la solidaridad y el amor por
la vida.
En
conclusión, el interés histórico brindado por los escritores a las situaciones
de las enfermedades virales masivas, ha hecho posible la producción de una obra
literaria de un valor incuestionable, válida para entender mas allá de las
pandemias y sus nefastos efectos de mortalidad, desde las perspectivas y
matices de la literatura universal, los diferentes comportamientos humanos,
buenos y malos, surgidos en medio de las emergencias, como parte de su compleja
y disímil psiquis social, individual y colectiva.
Es un
hecho más que cierto, que la producción de obras escritas sobre la temática
pandemica continuará siempre, mientras el hombre sea atacado por enfermedades
masivas, y las próximas, por el conflicto actual en su vivencia histórica, sin
lugar a dudas han de referirse al Coronavirus, sus efectos nefastos, la lucha desde
el aporte científico por superarla y los cambios en la conducta humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario