.
Pienso en el día que te
descubrí
placida ave matinal.
Reactivaste los cerebros de
la selva olvidada,
inoculando olores de vida
a un mundo de muerte adelantada.
En el Edén demonial
conocí tu nombre,
un canto de átomos
victoriosos
lleno de luz y emociones.
Al dia siguiente,
surgió una voz temblorosa
exigiendo mi regreso a la
paz humana,
en renuncia al sueño
encendido
que consume la razón.
José Urbina Pimentel
Agosto, 22. 1994
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