Un
poema del bardo mexicano J P Hernández Oliva, titulado “Poema en Silencio”, me
remontó unas cuantas décadas atrás, por allá a mediados de los ochenta del
pasado siglo, a una tarde de tertulia en el viejo café del frente de la Facultad,
en la sede vieja del norte de la ciudad. Entre cervezas, humo de cigarro y la
cadencia de Rubén Blades y algo de Nueva Trova Cubana, las horas transcurrían
en un corral de conversaciones trashumantes, que iban y venian desordenadamente
de la diatriba historiográfica a los resultados dominicales del futbol para
pasar a la última película de Al Pacino.
De los cinco iníciales amigos, ya quedaban
dos sillas vacías, luego de que a eso de las 5 pm, Miguel y Eduardo, se fueron
al infaltable encuentro con el Comedor Universitario; mas pudo el sonido
estomacal que el amargo adictivo de una rubia Polar.
Ya Carlos, había pedido la guitarra que
estaba guindada en la pared siempre a la orden de todo trovador improvisado,
para entonar baladas o rancheras, de acuerdo a las exigencias de los grados
etílicos y las muchachas presentes.
De repente se apareció con boina y su
larga cola de clineja, Le Comte Blue, como él se hacía llamar. El Conde Azul,
como realmente le llamábamos, lo cual no le gustaba mucho, aunque al final,
luego de mordisquear unos susurros ininteligibles, aceptaba porque al final de
cuentas le investía de esa altivez nobiliaria, aunque fuera buen mestizo de
llano adentro llamado Alcides. Sabíamos entonces, que había que callar la
música y escuchar su consuetudinario concierto poético, y parado el poeta en un
improvisado auditorio, al centro del local, sacaba de los grandes bolsillos del
viejo paltó gris, poemas arrugados que iba reciclando unos y pariendo otros,
todos existencialistas y mortales, y comenzaba a leerlos, para recibir el tributo
entre aplausos nuestros, y cervezas que el cantinero al azar anotaba a la
cuenta de los clientes. Así Le Comte tomaba gratis, y vendía poemas a la carta,
baratos, por mas cerveza o una empanada.
Pero esa tarde, llegó más serio que nunca al
Café Concert, y dijo que ese sería el mejor de sus recitales, ya que había
pasado sin dormir la noche preparándolo. Se paró en su tarima inexistente, al
frente de todas las mesas, y con la atención ganada de todos, sacó una hoja del
bolsillo, se puso los lentes, levantó la mano para comenzar su lectura, y todos
esperando que nos sorprendiera con algo nuevo digno de su rancia hidalguía,
movió el brazo en forma enfáticamente explicativa, y el auditorio expectante ante
su genial poema que pensábamos lo tenía atragantado, cuando a los casi tres
minutos, hizo la venia al público como todo triunfador luego de culminar su
faena, y en voz ronca, dijo: ¡Muchas gracias! ¡A culminado el Poema del
Silencio”. Por supuesto, no recibió aplausos, pero si unas cuantas cervezas hasta el anochecer,
entre las risas por haber timado nuestro tiempo.
2019
MUY BUENA ESA GOLLO,, QUE TIEMPOS QUE LLENAN DE NOSTALGIA Y ALEGRÍA DE HABER COMPARTIDO MUCHOS MOMENTOS CON LE COMTE BLUE.. GRAN PERSONAJE PARA LA ÉPOCA, AUNQUE NO MUY BIEN VISTO POR OTROS,, SOLO LOS QUE NOS ATREVÍAMOS A PASAR UN RATO DIFERENTE SABIAMOS EL PORQUE.. RECUERDO MUY BIEN SU EXPOSICIÓN DE ARTE EN EL SALÓN DE APULA, SANTA MARIA, DE HECHO LOGRE COLABORAR EN LA COMPRA DE UNO DE SUS CUADROS LLAMADO LA "CONSTELACIÓN AZUL"
ResponderEliminarHola, quien eres? Que bueno que sintonices con lo relatado, que mucho tiene de realidad, solo cambié los personajes...
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